jueves, 31 de diciembre de 2009

Consideraciones a lo que se estima sobrevendrá en el 2010

La economía es considerada una ciencia social, y por lo tanto cualquier pronóstico siempre está sujeto a los vericuetos de la mente de millones de personas, tanto en el país como en el mundo. Las decisiones de los gobernantes, algún desastre natural, un ataque terrorista o simplemente la imprevisión de determinados operadores puede modificar cualquier presupuesto, tanto a favor como en contra. Como se sabe, lo que para unos es un desastre natural (una sequía en el hemisferio norte) para otros es una ventaja comparativa enorme (que no se dé tal sequía en el hemisferio sur).


Hacemos un paréntesis en esto para destacar que las declaraciones vertidas hace algunos días por el ex presidente Kirchner respecto de la inseguridad jurídica en los países centrales en los que se produjo la crisis financiera son, a nuestro juicio, profundamente equivocadas. Las razones de los riesgos no tienen que ver con la seguridad jurídica, de lo contrario ésta nunca existiría. Tienen sí que ver tales razones, con el respeto de la juridicidad. Las leyes no pueden aplicarse retroactivamente, los contratos no pueden alterarse de manera unilateral y sin derecho a reclamo, las leyes no pueden ser anuladas como si no hubieran existido o las expropiaciones son factibles en virtud de sentencia fundada en ley y previamente indemnizadas. Si alguien compra bonos y luego pierde dinero porque baja su cotización, ello constituye un riesgo propio de la operatoria, y no una inseguridad jurídica. Como nadie parece haberse ocupado demasiado de las declaraciones que comentamos y nos parecen muy graves, es que hacemos esta breve aclaración.



La Argentina es un tembladeral en materia de seguridad jurídica, al punto que el jefe de gabinete de ministros acaba de desconocer una orden judicial bajo el argumento de que tal orden era inconstitucional. Un ministro convertido en tribunal de alzada. Los enojos y las diatribas contra un funcionario norteamericano son de un patetismo inenarrable porque no hacen sino intentar matar al mensajero, que por supuesto no ha actuado de motu propio, sino que lo que dijo ha sido dicho antes de ahora muchas veces en informes de todo tipo y color. Y que el país no ofrece garantías de nada es una realidad que nos hemos cansado de repetir. Nada es cosa juzgada en la Argentina, señores.

En el mes de noviembre el gasto público primario ha crecido nada menos que un 37%. Una cifra pavorosa que no encaja en absoluto en la realidad política y económica de un país devastado por la falta de inversión.



La expectativa no es precisamente la de disminuir el gasto. Las sanciones recientes de nuevos impuestos, las moratorias y los blanqueos apuntan a recaudar más dinero para poder seguir gastando. Es obvio que pese a todo no alcanza.



Algunos subsidios tendrán que reducirse o desaparecer, como ha venido ocurriendo. Aún a costa de disparatados aumentos de tarifas.



El Estado argentino se ha apropiado de los fondos de las AFJP, de la recaudación corriente de quienes libremente habían decidido continuar en el sistema mixto (Estado-AFJP). Ha sancionado nuevos impuestos a la tecnología. Acaba de sancionar un plan de pagos para las obligaciones tributarias y previsionales entre enero de 2008 y octubre de 2009. Y al día siguiente sancionó un nuevo plan de facilidades para los anticipos de impuestos, que no estaban incluidos en el plan del día anterior.



Mientras tanto, la clase pasiva recibe extras por única vez, se otorgan asignaciones universales por hijo y se intenta congraciarse con la gran cantidad de población que se encuentra bajo la línea de pobreza repartiendo dádivas.



Consideramos que esto habrá de continuar en la misma línea. Es posible que la inflación supere largamente el 20% en 2010. Tal vez el PBI crezca (o mejor dicho, recupere) el 3 o 4%, que es la caída estimada de 2009. Ese porcentaje en un marco internacional favorable y con una liquidez que sobra en el mundo a tasas ridículas, es francamente nimio.

El país no estallará en 2010 (salvo alguna barbaridad tipo Resolución 125, que nunca se sabe con esta gente). El marco internacional, pese a que nuestra visión es que sigue en crisis, es bastante más favorable que lo que era hace unos meses.

Se anuncian inversiones en exploración petrolera y también se prevé revisar los planes de estímulo al consumo. Al mismo tiempo, desde la Secretaria de Comercio Interior se intentan fijar precios y probablemente se cierren más las exportaciones, mientras continúan sin solución de continuidad las dificultades en la importación con el objeto de asegurar un superávit comercial.


La disposición de reservas del Banco Central mediante un decreto de necesidad y urgencia ha provocado, de movida, una suba en los títulos públicos ante la perspectiva de una cobranza asegurada. Pero al mismo tiempo ha significado (a) un avasallamiento a la autonomía del Banco Central , (b) la insistencia en utilizar D.N.U. mientras el Congreso se halla en receso y por lo tanto no puede avalar o rechazar la medida, (c) la evidencia de que el Estado argentino no está en condiciones de garantizar el pago mediante superávit fiscal o nuevo financiamiento.


Es obvio que la utilización de tales reservas deteriora la calidad de la moneda local, que es el pasivo que, junto con las Lebacs (que suman unos 15.000 millones de dólares). La denominación de libre disponibilidad de ninguna manera es apropiada, porque el Estado entrega a cambio títulos a 10 años con los que pretende garantizar ante el Banco Central la devolución de tales fondos. De tal modo, actualmente el 44% de los activos de la entidad son títulos del Estado. Y todo esto los operadores lo saben muy bien.


En el plano internacional si bien son muchos los que sostienen que lo peor de la crisis ya pasó, lo cierto es que los estímulos al consumo y al crédito conforman una realidad que solamente puede conducir la creación de una nueva burbuja. En nuestra opinión la crisis no ha pasado y dista bastante de hacerlo. No pretendemos ser agoreros sino realistas. Mientras la tasa de interés se fije artificialmente prácticamente en cero para el dólar, el endeudamiento en esa moneda crecerá y con él subirán los precios de títulos y acciones, conformándose así la sensación de que todo está mejor en el mundo, cuando en realidad tal mejoría se debe a que las autoridades (especialmente norteamericanas) facilitan la toma de préstamos a tasas que no se corresponden con el riesgo del mercado, que es exactamente lo mismo que pasó con la famosa crisis de las hipotecas.


Nuestro gobierno está desesperado por acceder al crédito, aunque más no sea a tasas del orden del 9 o 10% en dólares, pero para ello debe resolver el postergado acuerdo con el Club de París, la situación de los llamados hold outs e inclusive arreglar los tantos con el FMI. Y, guste o no, está intentando hacerlo. Con esto se prueba, por si a alguien le cupiera alguna duda, que la política del festejo por el pelito al campo de la deuda solamente puede conducir al ostracismo. Y que la falta de inversiones en la Argentina, no es consecuencia de cucos de diversa procedencia para intentar hundirnos, sino de nuestra propia desidia e inmoralidad al no honrar los créditos.


Los Lavagna o los Kirchner se han burlado del mundo de manera concomitante a como lo hiciera el Congreso Nacional aquella aciaga tarde en la que Adolfo Rodríguez Saa, en carácter de Presidente de la Nación anunció el default ante los vítores de todos los presentes, que se sintieron felices de no honrar las deudas para, al otro día, volver a darles sermones a los ciudadanos de a pie. Es del día de hoy que Néstor Kirchner repite a quien quiera escucharlo que la renegociación de la deuda hizo que nos ahorráramos 67.000 millones de dólares. Es que apropiarse de lo que no nos corresponde para algunos es, efectivamente, ahorrárselo. Pero todo esto lo estamos pagando con creces, ante la falta de crédito, ante la falta de inversiones, ante la falta de credibilidad en todos los órdenes y en el mundo entero.


Llevamos prácticamente 10 años sin inversiones de fuste en la Argentina. El Estado se ha comido los activos, literalmente. Bajaron las reservas petroleras y gasíferas, estamos al borde del colapso en materia de energía eléctrica. Se han vaciado los ahorros jubilatorios (una vez más, como en los años 50), se han licuado los ahorros de los incautos que confiaron en el sistema. La salida de capitales ha sido una constante en los últimos dos años.


Los anuncios del gobierno han sido tantos que ya uno se olvida. Y ninguno llegó a buen puerto. Desde créditos para casas, o autos, o lavarropas y cocinas. O bicicletas. Desde estímulos a las Pymes desde el Banco de la Nación hasta emprendimientos diversos y cooperativas. Todo. Han intentado todo. Y creemos que se seguirá en esa línea. Ahora se busca que lo hagan las empresas, por eso la cena en Olivos. Que invierta YPF, que inviertan ciertos industriales, que inviertan los supermercadistas. A la larga, si no cambia algo en la concepción gubernamental, que se basa en la arbitrariedad y al apriete, difícilmente se logre otra cosa que alguna inversión de parte de los amigos, pero mediante créditos oficiales subsidiados y con las correspondientes ventajas impositivas.


Realmente lamentamos plantear la realidad en estos términos. Pero es lo que sinceramente creemos e intentamos fundamentar. Esperamos, al menos, estar equivocados.


Fuente: Estudio Héctor B. Trillo

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